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Cuento escrito por Juan E. Silva |
Había terminado de tocar
una canción que se colgaba, con insistente cariño en el recuerdo. Por un ventanal se colaban los últimos bostezos anaranjados
del crepúsculo que la tarde anunciaba el próximo anochecer. Yo, contemplé embelesado aquel cortejo colorido que ese atardecer tendía para esperar la noche. Noté que afuera sobre unas barras horizontales había un
pajarito ejerciendo la rara confianza de acercarse demasiado a
las áreas del barrio. Decidí sentarme en
el sofá, subí mis pies sobre una banqueta, asueñado me recosté
invitado a bailar la siesta vespertina.
Empecé
a escuchar una conversación con unos tonos de voces no conocidos por
mí, me araño un poco la curiosidad, entonces mirando al ventanal; comencé
a ser testigo del reclamo inusual que se había establecido entre mi
guitarra y el ruiseñor, quien revoloteaba ahí.Aquello me pareció tan y tan rato raro dedicándole toda mi atención queriendo saber.
¡En qué paraba aquella discusión con tan disímiles elementos de
la creación divina y un simple instrumento musical que Dios prodigó al
talento humano!
El ave haciendo gala
de su colita, como abogado picapleitos, había tomado aquella tribuna emitiendo sus estridentes trinos. Ese elegante ruiseñor
le decía a la impávida guitarra:
__¿Con qué derecho te atreves a sonar tan
bonito, sin tener pico, ni garganta y menos lindos plumajes? Además se está apropiando de
un derecho que el Creador le ha otorgado solamente a los pájaros cantores
del monte para alegrar patios, parques y bosques. Tales
como: Mis colegas los turpiales, las calandrias y yo mismo. Si continuaras
imitando nuestros trinos, voy a quejarme ante las cortes celestiales por insurpación.
Mi tranquila
guitarra, un poco confundida por aquella rara interrelación del
orondo ruiseñor, sólo atinó a contestarle con la más fina de sus
cuerdas:
__Estas confundido buen pajarito. Estoy aquí recostada, sin poder moverme,
ni emitir una nota, hasta que mi amante decide entonar una canción. Él con sus manos
saturadas de patriotismo me
abraza luego usa todos los dedos para acariciarme la
cabeza, y logra hacerme
cosquilla en el ombligo de mis cuerdas porque comienza a
tocar diferentes acordes musicales. Encantada emito varios
gemidos que transporto
como lindas melodías, tal como ya has escuchado, y
es tan sublime. También lo
acompaño a varios lugares donde interpreta sus canciones libertarias entre tantos
jóvenes del país. Además
soy inmensamente feliz al escucharlo decirles:
"Que soy su novia” Mientras me toca siento volar hasta el cielo, haciendo que su viril,
y tibio pecho sea como mi suave almohada........ Ninguna
ave cantora puede llegar
por aquellos lugares porque siempre sienten un justificado miedo de
venir a cantar
donde habitan tanta gente, y animales agresivos.
Entonces, el ruiseñor movió la emplumada cabecita, se sacó una pluma del lado izquierdo
por donde latía su conmovido corazón. Nuestro patriota seguía soñando
cuando sigilosa su hermana Rosa entró al saloncito para despertarlo
y encontró aquella pequeña pluma verde-amarillenta sobre la guitarra de
Juan Pablo.